En casa siempre ha sido habitual mirar de tanto en tanto fotos antiguas que mi abuela guarda en una caja de zapatos. A veces nos regalaba algunas y yo era feliz. Entre todas ellas destacaba un retrato de mi abuelo que mi abuela hizo pedazos tras una discusión, y que después trató de reconstruir con celo y guardó mi madre.
En otra época las fotografías, como recuerdo, ejercían otra función; pero algo común en cualquier era es tratar de desprenderse de toda posesión del otro una vez terminada una relación, en especial las románticas. Pero hoy en día es distinto: no solo se utilizan otro tipo de intercambios entre intereses amorosos, sino que desprenderse de las imágenes implica enviar una selección de archivos a una papelera digital que se vacía. A veces sola. La sensación es muy distinta.
El ritual de romper, rasgar o sesgar una imagen como liberación emocional ha cambiado con las nuevas tecnologías con las que apenas imprimimos imágenes. A partir de la búsqueda de footage de parejas anónimas en internet, me apropio de esas prácticas a través de distintas manipulaciones que permiten, a su vez, desprenderme de las mías propias.
Los autores localizados han sido acreditados al final de este proyecto ➞
La mayoría de las imagenes fueron buscadas con la intención de ser la clase de fotografías que acaban en el fondo de internet, perdiendo u olvidando su autoría y propia identidad.
Aún así, con fortuna logré encontrar alguno de los autores de sus fotografías y sus páginas personales: